El interrogante está resuelto,
no fue de nuestro agrado el enigma.
A pesar de ello, aún intentas acceder a este cielo.
Escucho tu voz en mi mente como si enviases
un grito de auxilio.
No acudiré a tu socorro, tu fuego ya no enciende mi Sol,
ni Júpiter está de tu lado; has
traicionado su ideal.
En cambio, Saturno una vez más es mi maestro.
Mi espacio se rige en su órbita, su tiempo es
mi tiempo y en ellos no está tu ingenio.
Abusaste de la guerra que Marte libraba
como guerrero
y mansillaste el nombre de Venus con la
frialdad
de tu alma.
Frialdad que en mi astral no
pudiste soportar cuando Saturno de su anillo te tuvo que soltar.
¿Qué deparará a tu ser en la nueva travesía? ¿Será que la esencia venusina jamás estuvo presente por tu orgullo mercurial?
Sin embargo, Mercurio en mí al ver tu orgullo, me comunicó la verdad velozmente.
Ya no me importa si logras ver la cara
invisible de la Luna; descúbrela en tu propia
soledad aunque te aflija.
Acepto mi soledad como mi entorno propicio
de germinación y el silencio es mi
mejor aliado para una vez más, arremeter solo mi
camino. Soy El Hombre Planetario y hoy renazco conociendo mi destino...