lunes, 18 de marzo de 2013

Planetas e Interrogantes en su Astral propio.





La soledad, naturaleza del Hombre Planetario,
le hizo entender que el amor por sí mismo había llegado
al puerto deseado.

Presintió que era el momento de que el Sol ardiera
y de compartir su mundo interno, de conocer otro mundo.
Sintió que las bellezas del Universo
no debían apreciarse solo.
No ahora que su corazonada lo estaba llevando hacia un puerto.

Meditando y en los astrales,
parecía no dar con el paradero de esta mujer.
Ya era un interrogante el saber dónde podría estar.

En el momento propicio, su corazonada se reveló.
Encontró a una mujer que parecía inexistente en el plano físico
pero que su esencia espiritual gobernaba su totalidad junto con su alma.

Vio los colores de su aura y quedo perplejo ante tal belleza, el arcoíris que describía El Hombre Planetario ahora se veía completo junto con La Mujer del Interrogante.

Esa mujer que lo acompañaba en sueños mirándolo, riendo, pero sin decir una sola palabra.

Palabras que él ansiaba para que al cantarlas juntos, pudieran brillar las estrellas.

Él comenzó a sentir calor, a quemarse ciertamente por la cercanía que la Mujer con su fuego tenía al Sol.

El fuego de la Mujer, aún incombustible, necesitaba de un elemento para vivir.
El Hombre Planetario sopló su aire avivando al fuego
y La Mujer del Interrogante se materializó.

Inexplicable sensasión logró sentir, al mirarla a sus ojos.

Al darse cuenta de que la realidad no difería del sueño,

que el astral que los unía, era un mundo que se estaba creando para ellos.

Mundo que terminó de enlazarse al momento que se tomaron sus manos.

Manos que se conectaron como un cinturón de asteroides que viajan juntos.
Que permanecen sin gravedad volando juntos, sin temor a estrellarse.
Energía transmitida en conjunto con el deseo mutuo del conocimiento.

Conocimiento que los transportó a una nebulosa,
la cual simuló ser su asiento en este viaje.
Y allí, habiendo construido un camino propio y digno de transitar juntos,
su mutua alineación, ocurrió.

Saturno se puso en su favor, haciendo que el tiempo vaya lento hasta detenerse por completo
y abrazándolos en su anillo.
Estando juntos, las palabras de Júpiter tuvieron el exacto sentido majestuoso de sus justas palabras
más que ninguna otra vez.
La Luna no nos dejó solos ninguna noche, porque sabía que el agua haría fluir en su torrente las emociones.
El Sol al fin encontró el brillo, brillo conjunto que se reunía de los dos polos de ellos dos.
Entrando en conjunción con Marte y Venus, que ahora unidos, la voz del  guerrero y  la doncella del amor, armaron la frase final de esta alineación:

“La lucha del  sentimiento demanda a veces sufrimiento. El guerrero les dará la fuerza para combatir en las tinieblas, porque la doncella en conjunto con su arte, les contendrá la luz que generó su amor”