Había pasado un tiempo desde que El Hombre Planetario
visitó a aquella mujer verdugo.
Lo inquietaba a él un leve desequilibrio, una leve molestia
pero no menos importante por ser así.
Para su mal ella encomendó, un "elixir" que él en principio rechazó; dado que al tratarse de un ser espiritual, ingerir ese tipo de cosas, podría terminar siendo mortal.
El tiempo seguía su curso, perduraba el molestar.
Aunque con cierta concentración, lograba hacerlo cesar.
Llegó el día en que su molestia fue descomunal
y lo que la verdugo le dijo quiso utilizar.
Instantánea fue la reacción, un golpe a la conciencia,
a la razón. Se dislocaba su realidad
por la estrepitosa vibración.
Ahora El Hombre Planetario tenía un viaje que hacer.
Por debajo de la tierra, abordo la nave verde en busca de cumplir su deber. Llevaba consigo el carbono y roca lunar,
que al bajar de la nave verde debía entregar.
Se había sumido en un sueño, para la mente poder reparar
pero el cambio del aire fue lo que lo hizo reaccionar.
El viaje que por más corto fue, no se logró concretar,
faltaba un carbono, y no fue nada más.
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