El silencio, cada vez mayor,
me acompañaba en mi interminable retiro a las sombras.
Sombras de mí, sombras que rodean las inmediaciones
y que absorben la oscuridad dejando pasar la luz victoriosa.
Y en ese silencio, encuentro a Mercurio en mi espíritu
que me dice: no te desalientes, recorrés un buen camino
que no tiene que frenarse.
Marte a su vez, lo apoya con su incesable voz guerrera,
incitándome a luchar en las tinieblas;
Júpiter está de acuerdo, siempre aportando datos de provecho.
Utilizando su mandato, su voz que no calla y la palabra exacta.
La Luna no se hace visible al estar oscura, y El Sol
no tiene a quién iluminar y presenta un brillo irregular.
Pero.. Venus se ha escapado, no ha intercedido.
Ni siquiera dejó una pizca de polvo de amor.
Supe entonces que La Luna congeniaba con Venus,
y Saturno decidió por mí enfriando un poco al Sol.
Sólo para que éste sepa cuándo brillar.....
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